Mi bisabuelo Francisco Bohórquez Clavijo

PEDRO BOHÓRQUEZ GUTIÉRREZ

Como descendiente de un hermano (Francisco) de Mariana Bohórquez Clavijo, he leído con mucho interés el artículo publicado en esta revista por Juan Solano Lobatón, tataranieto de aquella señora. Algunos de los datos que el autor aporta están presentes en mi memoria familiar.

Por ejemplo, que fue Pedro José Bohórquez Piñero el que siendo alcalde de Ubrique mandó hacer el puente de la Vega del Realejo, que el olvido –bastan cien años, nada, el sucederse de cuatro generaciones, para que éste se abra paso– hizo creer al pueblo que era de origen romano. Pero allí, escondida entre la vegetación, se puede leer una inscripción borrosa por los líquenes que le han nacido a la piedra, donde aparece el año de su construcción a mediados del XIX y el nombre de quien lo mando hacer. Hoy, tristemente, es otra víctima más de la incuria y un eslabón de lo que se presenta como una cadena de abandonos.

De pequeño, conocí a dos tíos abuelos a los que menciona Juan Solano Lobatón: Beatriz y Serafín, y comparto con mis hermanos y primos recuerdos de los dos, ancianos venerables y con el cabello blanco, en su casa de la calle del Perdón o Auditor Bohórquez. Recuerdo entre brumas el legendario –para los niños de la familia– laboratorio de mi tío Serafín y estancias penumbrosas, llenas de misterio en mi imaginación infantil, en las que el pasado parecía haberse estancado; recuerdo la luz de patio interior con su pozo y su palmera, y hasta un gimnasio de la época, con trapecio y anillas forradas de cuero, y una cuerda que colgaba del techo. Recuerdo a mi tío Serafín saliendo de paseo al campo por la calle Nueva en dirección a la trocha de Benaocaz en un caballo blanco, todo de blanco él en su vestimenta, con sus dos perros pastores.

Tenían estos tíos una huerta que daba a la calle Nueva o Serafín Bohórquez, por donde estaba la entrada: una inmensa puerta verde de un antiguo garaje desde el que se accedía a ella, a la huerta, por una trampilla en el suelo. Serafín y Beatriz vivían en un inmueble unido a otros dos, con entrada por la calle del Perdón y la salida por la cuadra a la calle Nueva. Hoy, al igual que la huerta (y como la casa donde nació tu bisabuela y mi bisabuelo), están ocupados por pisos, y solo se conserva la fachada del inmueble donde tuvo su domicilio Francisco Bohórquez Clavijo.

Francisco Bohórquez Clavijo fue el padre (y no Miguel Tomás) de Serafín, Pedro, Francisco, Miguel y Beatriz (no sé si este fue el orden en que nacieron). Hasta hace muy poco se conservaba el panteón que compartían en el cementerio de Ubrique. A mi abuelo, Miguel Bohórquez Vecina, no llegué a conocerlo, pues murió joven, en el año 36 del siglo pasado, pero por mi padre, Miguel Bohorquez Carrasco, sé algo de él y de mi bisabuelo Francisco, aunque tampoco mi padre llegó a conocer a éste, ya que murió relativamente joven en la primera década del XX. Fue él quien estuvo casado con Elisa Vecina Rodriguez y no su hermano Miguel Tomás. Este último con quien estuvo casado fue con una hermana de Elisa (Cecilia se llamaba, creo), y no tuvo descendencia. Miguel Tomás fue abogado y llegó a ser diputado provincial, según rezaba en su lápida del desaparecido panteón.

De Francisco Bohórquez Clavijo diré que fue médico titular de Ubrique y que durante unos años militó en una logia masónica asentada en esta localidad, la logia América, donde coincidió con los hijos y otros sobrinos de Pedro Bohórquez El Chico. Fue secretario varios años de esta logia con el nombre simbólico de Sócrates. De la labor cultural y educativa de esta logia, en un pueblo tan necesitado de ella en aquel tiempo, han escrito dos historiadores de la localidad, Antonio Benítez y Fernando Sígler, y a ellos me remito. De él me he forjado una imagen a partir de lo poco que me pudo contar mi padre y he ido sabiendo con cuentagotas con los años. Su figura despierta en mí una mezcla de sentimientos entrañables y de simpatía. Era una buena persona, creo.

De Modesto Bohórquez Clavijo sé que fue guardiamarina, pero este dato no lo conozco por ningún relato familiar; lo encontré en un libro de genealogía. Conservo su firma en un gastado diccionario de Latín del mil ochocientos y pico, editado en París, que hemos ido heredando en la familia varias generaciones, según cursábamos los estudios secundarios (el libro es el que se ve en la imagen de cabecera).

Recuerdo la casa donde tuvieron su solar los Bohórquez Clavijo. Ocupaba toda una manzana de la costanilla de San Pedro, entre la calle Nueva y la del Perdón, haciendo esquina con Serafín Bohórquez o Nueva. Era una calle que a los niños de mi generación nos olía siempre a pescado: daba esta a la parte trasera de la antigua plaza de abastos de Ubrique, donde estaban las pescaderías, que sacaban allí las cajas vacías del pescado. También se entraba por esa callejuela a la Ermita de San Pedro, donde se había habilitado una escuela infantil a la que acudíamos un hermano que lleva el nombre de mi bisabuelo y yo a aprender nuestras primeras letras. Muchos de mis primeros recuerdos tienen esa calle como escenario, donde entonces no sospechaba que había vivido mi bisabuelo. Parece que fue hace siglos, ese tiempo. Los niños llamábamos a esa callejuela la calle del Pescado: su olor siguió impregnándola años después de haberse cerrado el mercado.
Al otro lado de la costanilla de San Pedro se extendía esa casa, en la que yo no sabía entonces que se había criado ese bisabuelo del que a veces nos hablaban los mayores. Durante muchos años para mi fue una casa abandonada por cuyo patio asomaban las higueras bravías que se extendían sobre una progresiva ruina. Supe, pasada la adolescencia y estudiante por entonces en Sevilla, que allí entraban los vándalos en busca de disfraces de época para las fiestas de fin de año –habían encontrado, al parecer, un filón en sus estancias aparentemente abandonadas– y que esparcidos en ellas, por los suelos, había papeles y libros antiguos, algunos en francés. Como bibliófilo, para mí la noticia fue como una puñalada, y más al enterarme por mi informante que algunos libros llevaban la firma de algún antepasado mío (suponía éste, no sin razón). A oídos de un primo mío llegó que alguien, no sé quien ni (la verdad) me he preocupado por saberlo (de eso hace ya algunos años), tenía el documento del título de médico de mi bisabuelo Francisco Bohórquez Clavijo.

Todo estos recuerdos que sin proponérmelo he tenido a bien compartir, aunque andaban un poco enterrados y se entremezclan con otros, de los que he tenido que ir separándolos, por formar parte de mi memoria más personal y privada, vienen al hilo de una aclaración: quién fue ese hermano de la tatarabuela de Juan Solano Lobatón, Mariana Bohórquez Clavijo.

Al autor, al que no conozco, le envío un saludo afectuoso y mi agradecimiento por dar a conocer unos recuerdos familiares que se entrecruzan con los míos.

3 respuestas a “Mi bisabuelo Francisco Bohórquez Clavijo

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  1. Yo también me apellido Bohórquez y mi bisabuelo nacio allí es el ingeniero Juan Romero Carrasco. Da pena que una persona que hizo cosas tan importantes para la época, sea tan olvidado.

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  2. Aquí he publicado lo que sé de él para rescatar su memoria: https://historiasdeubrique.wordpress.com/2015/03/19/el-ingeniero-ubriqueno-juan-romero-carrasco-construyo-embalses-y-puentes-arcos-junta-de-los-rios-villamartin-barrida-y-diseno-la-zona-franca-de-cadiz/. Pero me gustaría que me diera más información. Si desea hacerlo, responda a este comentario y yo, a mi vez, le contestaré dándole un correo electrónico para contactar. Gracias.

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  3. Conozco la historia de los que entraron a la casa. Yo era una niña, pero las vecinas de la zona lo comentaban.

    Yo creo que no es que entraran buscando disfraces en si. Entraron y encontraron aquellos trajes de época. Y efectivamente, luego fueron utilizados como disfraces. Yo tuve la oportunidad de ver uno y era maravilloso. Comentaban que también había tinajas con miel, y se conservaban intactas.

    Espero que si llega a oídos de alguna de esas personas, hagan lo que corresponde, devolverlos a la familia. Sobre todo, los libros y ese título que menciona el autor.

    Me ha encantado el artículo.

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