Vecinos de la calle Rosario, 1947–2022

Manuel Gavira García »

Me parece haber oído en más de una ocasión que para las personas mayores, entre las que de sobra me encuentro, es más fácil recordar situaciones y experiencias antiguas que las más recientes.

Con motivo de visitar a una vecina más que centenaria, Ana Díaz, que de soltera vivía en la calle Palma, donde termina Rosario por el extremo este, recordamos a los viejos vecinos. En un momento determinado de la conversación, ella nombró a uno de ellos y alguien que estaba presente dijo «Esa era mi abuela» y citó, por encima, a gran parte de su familia. A la madre de Ana le unía una gran amistad con la mía y pasaban innumerables ratos hablando de sus cosas.

Situación de la calle Rosario en el casco urbano de Ubrique (Google Maps)


De ahí me surgió la descabellada idea de hacer una especie de censo de las personas que habían vivido en la calle en los últimos setenta y cinco años. De mi generación no queda casi nadie y he tenido que recurrir a familiares de segunda generación y a algunos amigos. Cuando les hacía el planteamiento de mi proyecto se quedaban un tanto asombrados, pero en honor a la verdad creo que no hubo nadie que no quisiese ayudar. No sé si les guiaba la curiosidad, como en cierto modo a mí, de recordar y conocer a los que de una forma continua habían estado subiendo y bajando su empinada cuesta. Agradezco a todos su colaboración; pues sin ellos no hubiera sido posible este trabajo. Con toda seguridad se habrá quedado más de un nombre en el tintero, aunque he puesto todo mi empeño en que esto no sucediese, pero hay periodos en que la gente pasaba por el pueblo de forma esporádica y no llegaba a estar censada.

Para seguir un orden, revisaré la historia de la calle citando el número de cada finca y sus habitantes desde la fecha en que yo me vine del campo –en torno a los años 1945 / 1947– donde mi padre era guarda en la finca El Gamiz.


Número UNO

Los primeros vecinos que recuerdo en esta vivienda fueron el matrimonio compuesto por José Rosado Viruez y Catalina Vázquez Orellana, a quien visitaba con frecuencia la madre de esta última. También vivieron en esta casa los hermanos de Catalina: Manolo, Diego y Francisco. En ella nacieron también sus hijos Juan y Cati. No me resisto a reseñar el impacto que se produjo en la calle con la muerte de Diego a la edad de veintidós años.

En el año 2005 adquirió la casa Joaquín Franco Marín, quien había comprado previamente la camareta que la pisaba, con entrada por la calle Palma, y en la que habían vivido Ángel Viruez Jaén e Isabel Herrera Domínguez, junto con su hijo Rafael. Derrumbó el bloque para hacer un nuevo edificio con entrada por la calle que nos ocupa.


Número DOS

Esta casa la adquirieron mis padres el 17 de enero de 1941. Se llamaban José Gavira Herrera y Francisca García Vega. Me viene a la memoria que habitaban la misma dos mujeres sin ninguna relación con nosotros y que siguieron viviendo en ella durante algún tiempo. Allí vivimos los cuatro hermanos: Pedro, Agustín, José y yo, Manolo. También fue mi primera vivienda de casado, con Isabel Moreno Venegas, y donde nacieron mis hijas Mª del Carmen y Rocío.

En esta fotografía aparezco junto a mi hermano Pepe.


En un momento determinado, mi hermano Agustín abrió en el piso superior una fábrica de artículos de piel llamada «Manufacturas Iberia» junto con los socios José Fernández Castro, Cristóbal Solano Angulo y José Pulido Soto. Previamente había sido necesario efectuar obras en esta zona de la casa y hacerle una entrada independiente. Los socios se fueron yendo y quedó solo mi hermano hasta el año 1963. Posteriormente el salón estuvo alquilado para el mismo destino por los hermanos Gómez Fernández y Venegas Gutiérrez.

En octubre de 1988, una vez fallecida mi madre, se vendió la casa a los matrimonios formados por Francisco Postiguillo Camacho y Mª del Carmen Benítez Vázquez y Joaquín Viruez García y Charo Benítez Vázquez. Una vez hicieron las oportunas obras, ocuparon la vivienda junto a los padres de ellas, Octavio Benítez Nieto y María Vázquez Carrasco; también lo hicieron sus hermanos Eduardo, Octavio, Gema y Antonio. Ahí han nacido los hijos de Francisco y Mª del Carmen, David y Carlos, y también los de Joaquín y Charo, Víctor y Patricia.

Número TRES

Siempre conocí viviendo en esta casa a Pedro Pérez del Corral y a Josefa Domínguez Ortega, que no tuvieron hijos pero siempre estuvieron acompañados por alguien. Primero fue por Miguel Romero González y Josefa Carrasco Domínguez, que era sobrina de Josefa; y creo que aquí nacieron sus tres hijos: María, Miguel y José. Luego fue por José Pulido Soto y María Pérez Moreno, sobrina de Pedro; y también aquí nació uno de sus hijos, Antonio.

Aunque es posible que pasaran más vecinos por la casa, solo recuerdo a Mª Luisa Pan Orellana, que vivió junto con su madre, María, y otros familiares. Por curiosidad he de reseñar que, con el tiempo, Mª Luisa fue consuegra de Sebastiana Ordóñez Venegas, que vivió en el número cinco de la calle.

El doce de febrero de 1963 esta casa fue adquirida por Dña. Josefa Carrasco Domínguez. A mediados del año 1976, su hijo Miguel me dijo que su madre la había puesto en venta, por si me interesaba, y me adelantó el precio que pedía; pero en aquel momento mis posibilidades económicas no me permitían comprarla. Pasados unos días, un familiar de mi esposa me comunicó lo de la venta y me adelantó el precio: la oferta que le habían hecho a él era sensiblemente más baja. Le pedí que me confirmara el precio y, al enterarse la vendedora de que el interesado en la compra era yo, le hizo una pequeña rebaja sobre lo que le habían pedido a él. El trece de septiembre se firmó la escritura de compraventa y tuvieron que pasar unos cuantos años para afrontar las obras de demolición y construcción de la obra nueva; previamente había concertado la venta de la casa que poseía en la Cooperativa a fin de poder financiar el final de las obras. Una vez acondicionada, nos trasladamos la familia –ya con la nueva hija, Pilar– y esta casa se convirtió en nuestra vivienda habitual.

Antigua imagen de la calle Rosario (Juan Rodríguez / Calles de Ubrique)


Número CUATRO

En este número la primera vecina que recuerdo es Ana Vinagre Benítez, de estado viuda, y a sus tres hijas ya casadas. María Sánchez Vinagre estaba casada con José Mora, y tenía tres hijos: José, Adolfo y María Teresa. Ana Sánchez Vinagre estaba casada con Diego Chacón Pizano y no tuvieron hijos. Remedios Sánchez Vinagre estaba casada con José García y tenían dos hijos, Adolfo y Leonor.

En el año 1956 se instaló en esta finca la fábrica de artículos de piel de Juan Jaén Valle, que tenía como socios a Rafael Chacón Barea, Manuel García Romero y Diego Romero Chacón, ya que el local en el que estaban anteriormente no era el adecuado para el desarrollo de su empresa.

Desde los primeros años de la década de los ochenta del siglo pasado la ocupa Hilario Ortega Lobato.

Número CINCO

En esta casa vivía el matrimonio compuesto por Manuel Ordóñez Pérez y Consuelo Venegas Jaén, junto con sus hijas Leonor, Sebastiana (a la que me refiero en el número tres), Pepa y Rosario.

También en 1956, como la finca anterior, pasó a ser propiedad de los hermanos José y Joaquín Pérez Chacón. José estaba casado con Josefa Lobato Carrasco, mientras que Joaquín permaneció soltero. Del matrimonio nacieron ahí sus hijos Francisco y Juana María.


Número SEIS

La vecina a la que me referí en el segundo párrafo de este recordatorio era María Gálvez Moreno. Para mí representaba lo que ahora llamamos una auténtica «madre coraje» y no le faltaban motivos para ello. Su esposo, Salvador Solano Pan, había fallecido en el año 1942 a la edad de cincuenta y dos años. La dejaba viuda con ocho hijos a su cargo con edades comprendidas entre los 23 y 6 años; así que forzosamente tenía que sacar a relucir todo su carácter para sacar adelante su casa y a su familia. De algunos de sus hijos y yernos fui compañero de trabajo, de ahí que pueda relacionar sus nombres con el de sus respectivos cónyuges: Francisco Solano Gálvez e Isabel Carrasco Corrales; María Luisa S. G. y Jacinto Muñoz; Manuel S. G. y Rosa Atienza; Luisa S. G. y Francisco Barreno; Salvador S. G. y Antonia Cordón; Consuelo S. G., que permaneció soltera y falleció a la edad de 32 años causando un gran impacto entre los vecinos; Emilia S. G., que casó con un vecino de Jerez y volvió a Ubrique cuando enviudó; y Aurelia S. G. y José Guerrero.

En el año 1971 los nuevos dueños de la finca fueron el matrimonio compuesto por Matías Gutiérrez Pérez y Antonia Gutiérrez García. Aquí vivieron con sus hijos Antonio, María, Matías, José, Ángel, Francisco, Concepción y Manolo.

Número SIETE

Los primeros vecinos que conocí en esta finca fue el matrimonio compuesto por Miguel Pérez del Corral –hermano del mencionado en el número tres– y Remedios Piñero Romero. Aquí vivieron con sus hijos Paco, Pepa, Antonio, Encarna, Remedios e Isabel. También lo hizo el hijo de Pepa, al quedar esta viuda, Juan Román Pérez.

En el año 1975 fue adquirida por el matrimonio formado por Manuel García Galindo y Manuela Moscoso Jarana, que la ha compartido con sus hijos Flora, Manuel, Mª José, Mercedes, Sergio, Raúl y Lorena.

Antiguamente la calle estaba empedrada y carecía de sus característicos arriates actuales.

Números OCHO y DIEZ

Aunque no tengo ningún dato concreto que lo confirme, siempre he tenido la convicción de que este edificio era único, aunque en un momento determinado se hiciera una entrada independiente para el número ocho. En este último número ha vivido el matrimonio de Francisco Lobato Carrasco y Leonor López Panal junto con sus hijos Isabel y Juan Jesús.

Por lo que respecta al número diez, recuerdo perfectamente el bar que había en el mismo, regentado por Manuel Castro Pérez con su esposa, Josefa Pérez Domínguez, y sus hijos José, Juana y Manolo. También vivía en esta finca Remedios Pérez Domínguez, madre de José Lamela Pérez, la cual se marchó al contraer matrimonio con el conocido como Pepe «el de la Pila», el cual tenía un gran local de ocio, llamado «Las Palomas», donde se daban bailes, en el lugar que hoy ocupa el cine «Capital». Aparte de los mencionados, me han comentado que vivieron más personas por esas fechas, entre ellas el matrimonio encabezado por Andrés Medina Casas.

En una fecha indeterminada compró el edificio Pedro Lobato Revidiego. En la parte de abajo recuerdo viviendo a su hijo Pedro Lobato Carrasco y a su esposa Ana Moreno García junto con sus hijos Juana Mª, del Carmen, Pedro Ángel, Guadalupe y Ana Mª.

Número NUEVE

Siempre conocí viviendo en esta casa al matrimonio compuesto por José Sánchez Vinagre –hijo de Ana Vinagre, que residía en el número cuatro– y María Reguera Guerrero. Esta última vendía los productos que le proporcionaba la huerta que su esposo poseía en los terrenos que hoy ocupa el Hogar del Jubilado y aledaños. Por un familiar he tenido conocimiento de que, por un tiempo, estuvo con ellos la madre de María, Rosario Guerrero Sánchez y, en los últimos años de su vida, Antonio Reguera Agüera, su padre, que en momento determinado había emigrado a Argentina. La verdad es que mi memoria no tenía registrado este hecho, a pesar de que para esas fechas ya vivía en Ubrique.

El matrimonio de José y María tuvo seis hijos: Ana, Rosario –casada con mi hermano José–, Pepe, Estrella, Antonio y María Luisa. Esta última, junto con su esposo, Francisco Sánchez Castro, ha permanecido en la casa, y aquí han nacido sus hijos Francisco José, Ana María, Virginia y Jesús Mª.

Números DOCE y CATORCE

Parece ser que, en principio, estas dos viviendas eran una sola ocupada por los matrimonios formados por Rafael Mena Palmero y Mercedes Gutiérrez Díaz; Camilo Domínguez y Consuelo Gutiérrez Díaz; y Juan Trujillano y Amalia Gutiérrez Díaz.

En el número doce, ya separado, vive la hija del primer matrimonio. Mª del Carmen Mena Gutiérrez, con su marido, Diego Sánchez Temblador, y ahí han nacido sus hijos de los Angeles, Diego y Carlos.

En el número catorce nacieron los hijos de Camilo y Consuelo: María, José y Manoli. También lo hicieron los hijos de Juan y Amalia: José, Antonia e Isabel. Esta casa fue adquirida en el año 1982 por José Gutiérrez Ordóñez y María Romero Hernández, que tuvieron tres hijos: José, Esteban y Cristina. Hoy es ocupada por ésta última.

No puedo asegurar en qué número, pero en uno de ellos vivió, con toda seguridad y por algún tiempo, Pepa Sánchez Gómez –que en su momento contrajo matrimonio con Manuel Coronil Aragón– junto con su padre y algún hermano.

Aunque ya sin número, había una escalera que subía a la planta que pisaba el edificio que da a la calle San Sebastián. Ahí vivía Gumersindo Martel con su familia y, en la parte de abajo, con entrada por la antes citada calle, tenía un bar muy concurrido.

Un familiar me ha recordado que esta vivienda también estuvo ocupada durante un tiempo por el matrimonio formado por Estrella Sánchez Reguera y Cristóbal Rodríguez Ávila junto sus hijos.


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Una vez recorrida la calle, espero haber sido capaz de reflejar fielmente mis recuerdos y los que me han facilitado mis colaboradores, tanto en fechas como en nombres. Pido de antemano mis más sinceras disculpas si no lo he hecho correctamente y no tendría ningún inconveniente en que me lo hicieran saber para rectificar en la medida de lo posible.

Respecto a la historia de la calle en sí, recuerdo que su superficie estaba sembrada de piedras pequeñas y solo las entradas de las viviendas se encontraban algo más arregladas para un mejor acceso a ellas; conservo testimonios gráficos con fotos de aquella época que dan prueba de ello. En distintos periodos de estos setenta y cinco años se ha ido mejorando su aspecto hasta llegar a la situación actual.


Un premio

Hay un acontecimiento curioso ocurrido en el año 1975 que creo que desconocen la mayoría de sus habitantes. El Gobierno Civil de la Provincia hacía por aquella época un sondeo por los distintos pueblos que la componen para elegir la calle mejor conservada y ese año recayó el mérito en la calle Rosario de Ubrique. En representación de la misma nos desplazamos a recoger la placa que lo acreditaba los vecinos de la misma Juan Jaén Valle y yo; quiero recordar que el acto de entrega fue ese año en Olvera, ya que cada año se celebraba en un pueblo distinto de la provincia. La placa estuvo en poder de Juan hasta que dejó la fábrica, momento en que me hizo entrega de la misma. Como la placa es metálica, desistimos de ponerla en la calle, pues se deterioraría fácilmente. En una ocasión hice gestiones ante la Alcaldía para sustituirla por una de cerámica, pero mi iniciativa no fue acogida con mucho entusiasmo, por lo que desistí de hacer nuevos intentos.

Ubrique, diciembre de 2022


Imagen de cabecera: calle Rosario vista desde su extremo superior (Ángel Pablo).

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