Por haber negado en vida el Purgatorio, los huesos del ubriqueño Marcos de Segura fueron exhumados y quemados en el auto de fe de 1680

A primera hora de la mañana del 1 de julio de 1680 olía en todo Madrid a carne asada. Aún no se habían consumido en el fuego completamente los cuerpos de las 19 personas que fueron quemadas la tarde-noche del día anterior en un cadalso de casi 300 metros cuadrados montado cerca de la Puerta de Fuencarral de Madrid (actual Glorieta de Bilbao). ¿Y por qué se organizó esta fiesta de la muerte? Entre otras razones para dar gusto al rey  Carlos II El Hechizado.**

segura01A este monarca enfermizo que dicen era corto de luces le daban tal sobrenombre porque creían que sus dolencias eran debidas a influencias diabólicas y de brujería. La ciencia opina otra cosa: que respondían más bien a la degeneración genética causada por el exceso de matrimonios consanguíneos en su familia. Pero, como la naturaleza es sabia, con él acabó esa práctica endogámica, pues Carlos II murió sin descendencia. Era estéril. De hecho, con él se extinguió la rama española de los Austrias.

Carlos II empezó a ser Rey a los 14 años y desde entonces (1675) venía manifestando repetidamente su deseo de asistir a un Auto General de Fe. Llamaban así a la escenificación de una salvajada consistente en mandar al infierno a unos cuantos desgraciados por el delito de pensar; a otros se contentaban con humillarlos, multarlos, mandarlo a galeras o desterrarlos, no sin antes propinarles unos cuantos centenares de azotes públicamente.

segura02

segura03El Hechizado no había cumplido aún los 19 años cuando consiguió que el inquisidor general del Reino, Diego Sarmiento de Valladares, rebuscara en sus archivos a ver si encontraba suficiente carnaza en las cárceles del Santo Oficio para organizar un espectáculo que dejara tamañitos los autos de fe de Valladolid de 1559 (en los que al parecer se inspiró Miguel Delibes para componer su inmortal novela El Hereje).

segura04El pensamiento de Carlos II estuvo siempre muy influido por la Iglesia y la superstición. Quizá pensó que un acto de este tipo podría servir de exorcismo contra el espíritu maligno que estaba quebrantando su salud. Dicen que también quiso ofrecer una especie de regalo de boda a su joven esposa, un año menor que él, con la que se había casado 8 meses antes. Pero, ya se sabe que detrás de todas estas razones superficiales siempre hay interese políticos y de Estado. Los judaizantes se estaban extendiendo demasiado, y eso los poderosos probablemente lo vieron como una amenaza a su statu quo. El pueblo estaba bien domeñado por el catolicismo y convenía que todo se mantuviera así.

segura05El auto de fe

De este acontecimiento ha quedado una minuciosa relación histórica porque la puso por escrito (derecha) el organizador de toda la parafernalia de aquel espectáculo barroco montado en la Plaza Mayor de Madrid: el maestro mayor de obras José del Olmo.  Este incluso acompañó a su libro un plano detallado (que encabeza ese artículo) del escenario. También dio un impresionante testimonio gráfico el pintor Francisco Rizi, que dejó el lienzo que reproducimos aquí completo y en  fragmentos y que se conserva en el Museo del Prado.

Aquel auto general empezó a primera hora de la mañana del día 30 de junio de 1680. Duró todo el día. Los reyes, su corte y las autoridades religiosas no se movieron de sus palcos, donde eran atendidos por un ejército de sirvientes que les servían refrescos –era verano– y viandas, en aplicación del sano principio de el muerto al hoyo y el vivo al bollo.

segura06

Un ubriqueño entre los reos

Fueron juzgadas unas 120 personas. Las sentencias fueron estas:

  • 34 reos fueron condenados a relajar (pena de muerte) en estatua; estas eran figuras de cartón que llevaban corozas (gorros cónicos) pintadas con llamas o sambenitos (capotillos o escapularios), con los nombres de los desgraciados escritos en sus pechos. Se aplicaba a acusados huidos o muertos. Algunas efigies portaban arquillas con los huesos del difunto.
  • 19 personas vivas fueron condenados igualmente a relajar (más abajo explicamos el significado de este término).Desfilaron hacia el quemadero con coroza y capotillos de llamas; los pertinaces, con dragones entre las llamas. 12 de ellos iban atados de manos y amordazados para impedir que profiriesen blasfemias o respondiesen a los insultos del gentío que los hostigaba. A algunos les dieron garrote vil antes de quemarlos (es decir, los mataron antes); a los más pertinaces los quemaron vivos.
  • 11 fueron penados con abjuración de levi, que era el castigo para delitos religiosos leves. Consistía en advertencias, reprensiones, multas, destierros y, con frecuencia, azotes públicos. Por cada centenar de azotes que habían de recibir le hacían al condenado un nudo en una soga que llevaba al cuello.
  • A 54 judaizantes los “reconciliaron”, es decir, el tribunal del Santo Oficio aceptó la petición de perdón que habían hecho y su propósito de enmienda; estos hubieron de desfilar con sambenitos y sufrieron diferentes penas.

segura07

Entre los condenados a relajar en estatua estaba el ubriqueño Marcos de Segura Castellano Casarrubio, el reo numero 91, cuyo delito en vida había sido negar el dogma del Purgatorio (una vez muerto, lo más probable es que se quedara con la curiosidad científica de si dicho lugar o estado de purificación y expiación existía o no, ya que con casi toda seguridad acabó en el averno, donde sus huesos se seguirán quemando desde entonces). Sobre este sujeto se lee en el libro de Del Olmo:

Explicaremos un posegura08co lo que significa la jerga utilizada. Un hereje reconciliado era aquel que para evitar la pena de muerte se arrepentía en un acto (a veces público) de contrición. Pero era relapso si posteriormente incurría de nuevo en el error del que se había retractado (abjurado). Cuando quemaban la estatua de un reo que había muerto, a veces desenterraban sus restos y les metían fuego también; llamaban a esa pena “quemar en estatua (o efigie) con huesos”. Relajar quería decir entregar el reo a la justicia ordinaria (es  decir, al “brazo seglar”); implicaba necesariamente la muerte. Contra lo que se cree, los inquisidores no quemaban personalmente a los herejes. Ellos no se manchaban ni las manos ni las conciencias de ceniza. Del Olmo explica así lo exquisito que era el Santo Tribunal en ese sentido:

segura09Había el tribunal, muy con tiempo, avisado a los jueces seculares que previniesen en el brasero hasta veinte palos y argollas para poder dar garrote, y atando en ellos como se acostumbra a los reos aplicarles el fuego, sin necesidad del horror y violencia de otras más impropias y sangrientas ejecuciones, y juntamente que hubiese prevenidos bastantes ejecutores de la justicia para más breve despacho de los suplicios. La piadosa prudencia del santo tribunal, mientras los reos están en su poder, obliga a que se observe de tal manera la moderación, que nadie exceda ni falte a la precisión y observancia de los cánones sagrados, pero en entregando los reos a los magistrados públicos, corre por cuenta ajena este cuidado.

segura10

El Tribunal de la Inquisición de Llerena se había instalado en aquella localidad pacense en 1508 para combatir el hebraísmo que se extendía por la Baja Extremadura. Su jurisdicción era la tercera más extensa de España. No deja de ser un sarcasmo que se diga que Marcos de Segura residía en Llerena. ¡Claro, residía en la cárcel de la Inquisición de Llerena!

Es de resaltar que Marcos de Segura fue el único, de los 118 juzgados en aquel repugnante acto, que fue condenado por ser protestante.

segura11

Hubo otra persona a la que también relajaron por hereje en estatua con huesos: Antonia Hernández, de 50 años, acusada además de “alumbrada y supersticiosa”. Había muerto en la cárcel secreta del Santo Oficio de Córdoba. Su madre, Constanza Hernández, también fue procesada.

La rea de menor edad (14 años) era Benosa de Robles, acusada junto a varios miembros de familia por “judaizante confitente”. Afortunadamente abjuró y “solo” la metieron en la cárcel por seis meses, le confiscaron “los bienes que no tuvo”, la obligaron a vestir un hábito y la desterraron por un año. La de mayor edad, Felipa Nogueira –portuguesa; fueron juzgados muchos compatriotas suyos en aquel auto– tenía 76 años y fue condenada a “cárcel perpetua irremisible”. Peor lo tuvo su nieta, Francisca Nogueira, a quien también le cayó cadena perpetua… pero solo tenía 17 años.

Y, en definitiva, ¿qué delito habían hecho estos desgraciados para recibir estos castigos y tormentos? Algunos de ellos, pensar. Otros, no pensar pero seguir la fe “equivocada”. Algunos fueron acusados de bigamia (es decir, se habían casado más de una vez, estando vivo el primer cónyuge, se entiende), blasfemia, fornicación, solicitación en confesión (proposiciones deshonestas que hacía el confesor), proposiciones heréticas, decir embustes…

Según publicó el periódico El Motín del 7 de octubre de 1909, estos fueron los acusados quemados vivos (el texto es descuidado y tiene errores; por ejemplo, se olvidan de uno de los quemados, pues fueron 19):

segura12segura13segura14

Paradojas de la vida, 6 años antes que el Marcos de Segura, hereje de Ubrique moría en Filipinas otro Marcos de Segura, jesuita, martirizado. ¿Llegó a prever Jesucristo el sufrimiento que iba a causar su filosofía de paz mal entendida?

segura15

En las Misceláneas de Aragón Macías

Rafael de Aragón Macías, en sus Misceláneas correspondientes a la Villa de Ubrique (páginas 186-7) se hizo eco de este auto general de fe y de la presencia de un ubriqueño en el mismo copiando literalmente lo relatado por José del Olmo sobre el castigo a Marcos de Segura.

segura17segura18segura19

Este auto general tuvo una especie de addenda en forma de autillo el 28 de octubre de 1680. En esa ocasión se juzgó a 15 reos judaizantes reconciliados y a un veneciano condenado por hereje. La diferencia entre un auto general y un autillo es que en el primero concurrían causas de muchos reos y muy diversas; una especie de popurrí para que resultara más entretenido. Lógicamente, Carlos II quiso un auto general en toda regla (con quemados vivos por impenitentes, quemados muertos después de agarrotados por herejes relapsos aunque arrepentidos, quemados en estatua con huesos,, quemados en estatua sin huesos, ausentes fugitivos, herejes reconciliados, confitentes arrepentidos y penitenciado,  criminales, sospechosos de haber incurrido en herejía que abjuraban y se les absolvía ad cautelam…). Sin embargo, el autillo era más menos público y se trataban menos casos.

Estaban también el auto particular de fe (con menos reos y aparato que el auto general, asistiendo solo el Santo-Oficio y el juez ordinario en caso de haber algún relajado) y el auto singular de fe, para un solo reo.

J. M. G. V.

Deja un comentario

Crea un blog o un sitio web gratuitos con WordPress.com.

Subir ↑